MARILYN MONROE: EL MITO DORADO.

 

Marilyn Monroe: entre el mito dorado y la sombra de su vida real.

Hoy en iconos del cine te comentaré sobre una mujer que tras una vida azarosa llegó a ser un icono del glamour de la gran industria del séptimo arte; hablar de Marilyn Monroe es hablar de un mito, pero también de una mujer atrapada en la contradicción de ser adorada y destruida al mismo tiempo. Su vida, más que un cuento de hadas fue una montaña rusa de fama, soledad, deseo y polémica. Y quizá por eso sigue siendo tan fascinante.

La chica que nunca dejó de ser Norma Jeane

Nació como Norma Jeane Mortenson, y antes de ser “Marilyn” pasó por orfanatos, familias adoptivas y un matrimonio adolescente. Su historia no empezó con glamour, sino con abandono y carencias emocionales. Quizá esa herida la acompañó siempre, incluso cuando su rostro iluminaba marquesinas de todo el mundo.

Hollywood la hizo rubia, el público la hizo eterna.

Convertirse en Marilyn fue casi un experimento de laboratorio: el cabello teñido, la voz entrenada, la pose de ingenuidad sensual. Y funcionó. Películas como Los caballeros las prefieren rubias o La comezón del séptimo año la convirtieron en la fantasía americana por excelencia. Pero esa imagen de “rubia tonta” era una cárcel: mientras el público reía, Marilyn se esforzaba por demostrar que podía ser actriz seria, tomando clases en el Actor’s Studio y luchando por papeles más complejos.

Amores, escándalos y rumores

Su vida sentimental fue tan pública como sus películas: el matrimonio breve con el jugador de béisbol Joe DiMaggio, la unión con el dramaturgo Arthur Miller, los supuestos romances con los hermanos Kennedy… Cada relación parecía alimentar la prensa más que a la propia Marilyn. Era adorada y devorada al mismo tiempo.

Vulnerabilidad disfrazada de estrella

Detrás de la sonrisa perfecta estaba una mujer marcada por la inseguridad, los problemas de salud mental y la adicción a fármacos. Los rodajes eran un reflejo de ese torbellino: llegaba tarde, olvidaba diálogos, se aislaba. No era solo “capricho de diva”, era un grito de auxilio en un sistema que la trataba como producto más que como persona.

El misterio sin resolver

El 5 de agosto de 1962, Marilyn apareció muerta en su casa de Los Ángeles. La versión oficial: sobredosis de barbitúricos. Pero la historia nunca quedó clara. ¿Suicidio? ¿Accidente? ¿Algo más oscuro relacionado con la política y sus supuestos vínculos con los Kennedy? Hasta hoy, el misterio alimenta teorías, documentales y libros.

El precio de ser un mito

Marilyn Monroe encarna la paradoja de Hollywood: una mujer usada como símbolo de deseo, mientras su vulnerabilidad quedaba en segundo plano. En su tragedia personal hay un reflejo de lo que significa la fama: la cara brillante para el público y la sombra insoportable tras bambalinas.

Más de sesenta años después, su imagen sigue apareciendo en posters, tatuajes, campañas de moda y biopics. Porque Marilyn no murió del todo: sigue viva como ícono cultural. La pregunta es si la recordamos como la mujer real o como el personaje que nunca pudo dejar de interpretar.

 

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